Piedras, arena, agua, verde y turistas en el desierto del Negev
Acabo de llegar de hacer un viaje al desierto del Negev, en Israel y aunque en unos días, podrán leer el reportaje, que estoy preparando, lo usare como excusa para este articulo, ya que uno siempre aprende de cualquier viaje.
Si bien es cierto que Israel no estaba en mi top ten, de destinos por conocer, esencialmente por su imagen política internacional, lo cierto es que cuando me llego la invitación para conocer el desierto, salto mi alarma inmediatamente, ya que admito tener una cierta predilección por los desiertos y he viajado a Wadi Rum (Jordania), Tassili (Argelia) y sur del Sahara (Mauritania) y otros como Cabo de Gata- Tabernas y Fuerteventura (España).
De una forma automática la motivación comienza a funcionar, en ese momento que uno lee dicha palabra, le provoca una atracción y un deseo de conocer, que posteriormente se transforma en unas expectativas, por una parte ya creadas (expectativas previas) y por otra, aquellas que se crean, por parte de quien lo ofrece.
He escrito, en numerosas ocasiones, sobre la importancia de definir las motivaciones y expectativas, para asegurar el éxito del proceso productivo turístico, pero casi siempre, se dan por hecho y no se tienen muy en cuenta, relegándolo a un segundo término. Nada peor, sin duda, alguna.
Pues tomando este viaje como ejemplo o caso estudio, las expectativas de viajar a un desierto se asocian a un clima caluroso o muy caluroso, a una nula o casi nula presencia de agua, a dunas, rocas, a cielos nocturnos estrellados, un sol permanente y a encontrarse con una simple y mera formas de vida, asociadas a la supervivencia.
No se Vds., pero esto es lo que uno se imagina, antes de viajar y más si se sabe que el desierto del Negev, está al lado del desierto de Wadi Rum y de Egipto.
La particularidad de este viaje, es que se llamaba Eco-Negev y concretamente el primer viaje de ecoturismo en Israel (si mi memoria no me falla), alicientes suficientes para convencer.
Viajé por el desierto (lo podrán ver y leer), pude notar el sol y su calor, pero menos de lo esperado (cualquier sombra, hacía notar una brisa refrescante), y la ausencia de agua, obviamente, salvo que ésta estaba escondida en el subsuelo, y los asentamientos del Negev, han invertido, al máximo, en conseguir agua, de hasta 1.200 m de profundidad, de canalizaciones inmensas, que cruzan el país y han creado granjas, huertos, centros de investigación y experimentales, reutilización de las aguas residuales y todo acompañado de un apuesta clara por la energía solar.
Quizás era extraño a diferencia de los otros desiertos, no encontrarse con alguna comunidad local, nativa, excepto cuando pude conversar con Soleiman, un beduino que hizo de su historia, un guion para comprender su pueblo (se lo contare, también) y que es un líder local del ecoturismo.
Asimismo, parece que se ha pasado de un pensamiento pionero, de explotación de los recursos naturales a un planteamiento de desarrollo sostenible, donde el ecoturismo, es parte de este concepto eco, agro, con energía solar, …pero a veces con algunos matices religiosos e incluso hippies, de algunos kibutzs.
Puede que como en la nieve, el desierto pase de ser un mal enemigo a un recurso, de gran valor para el turismo.
Les prometo relatarlo, con más detalles en este próximo reportaje y comprobaran si las motivaciones han sido aliadas de las expectativas y estas se han cumplido o no.
Un cordial saludo
Arturo Crosby
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